Después de 116 dietas, conseguí perder 25 kilos olvidándome de ellas

Todos sabemos que los helados, los donuts y las galletas son alimentos unos procesados que no están incluidos en ninguna dieta para perder peso. Y también, sabemos que las frutas, las verduras y los granos enteros son ricos en nutrientes, vitaminas y minerales. Sin embargo, algunas de nosotras pasamos la vida probando todas las dietas del mundo y aun así no conseguimos perder estos kilos que nos sobran.

En mi caso, a pesar de conocer de memoria las calorías que lleva cada alimento y de haber probado 116 diferentes dietas para perder peso, con una media de 10 al año, mi lucha contra estos 25 kilos siempre me ha perseguido, hasta que, cansada de ser una experta que no llegaba a nada, decidí dejar las dietas. Y es entonces cuando me quité muchos kilos de encima, kilos que nunca volví a recuperar. Ahora puedo compartir con vosotras 3 reglas que me han ayudado:

1. Deja de contar las calorías y empieza a escuchar tu cuerpo.

Después de tantos años haciendo dietas y privándome de muchos alimentos para ser más delgada, tomé un día la decisión de escuchar mi cuerpo. Al principio esa idea me parecía muy rara porque no sabía por dónde empezar, pero lo intenté. Empecé por conectar con mi cuerpo, escuchar sus necesidades y descifrar sus mensajes, fueran los que fueran. Si me pedía un donut para desayunar, se lo daba.

Al principio, es cierto que mi cuerpo me pedía mucha comida “prohibida”, pero pronto se cansó de ello y empezó a pedirme ensaladas, pollo a la plancha, etc. Mis gustos y preferencias empezaron entonces a cambiar y me di cuenta que me apetecía más unas verduras al horno que una pizza. Ese cambio me sorprendió mucho, y satisfacer las nuevas necesidades de mi cuerpo fue increíble.

2. Sintoniza con tus emociones.

La mayor parte de tiempo, el problema no es realmente la comida, sino el saber por qué, al final del día, nos da por comernos un tarro de helado y vaciar la caja de las galletas. Por eso, empecé a buscar las razones que me empujaban a comer de forma tan compulsiva, qué intentaba esconder, de qué estaba huyendo. Y al mirar los motivos más profundos de mi relación con la comida, las cosas empezaron a cambiar. Ya no tenía que castigarme por no perder peso o por volver a ganar lo que había perdido.

3. La vida no se limita a lo que indica la báscula.

El último punto clave de mi cambio fue cuando dejé de despertarme por la mañana pensando en qué dirá la báscula, qué comeré, qué tendré que hacer en el gimnasio. En lugar de eso, descubrí nuevas aficiones como la cerámica, establecí una rutina de museos cada semana, hice más viajes. En definitiva, dejé de obsesionarme por mis kilos y empecé a vivir.

Es cierto que una dieta equilibrada y sana es importante, pero la obsesión por el peso lleva generalmente a lo contrario. Por lo tanto, intenta escuchar tu cuerpo y ser más feliz, y ya verá como tu interés por la comida disminuirá poco a poco, igual que tu peso.

Spread the love!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *