Para todas las parejas, “enamorarse” es una cosa, pero el secreto de una relación duradera reside en cómo “seguir enamorado”, sin que se esfume el amor con el paso del tiempo. A continuación, os explico unas reglas para preservar los sentimientos y no caer en una relación sin afectividad.
Son dos instintos opuestos vitales para todos. Es imprescindible sentir este vínculo de fusión con tu pareja y a la vez ser tú misma de forma independiente.
Inventan su propio idioma que nadie más entiende. Se ríen de los chistes que sólo ellos comprenden y eso les hace sentir que su mundo y su relación son eternales.
Cada relación tiene su ritmo y su forma de sentir. Mientras algunos tardan en enamorarse, otros disfrutan con un comienzo muy intenso que luego se disipa. En todo caso, nuestra cultura nos suele inculcar que cada uno de nosotros desea encontrar a la persona que nos tocará el alma y el corazón.
Los síntomas que experimentan los protagonistas de una nueva relación son parecidos a los de un obsesivo compulsivo. Pierden el apetito y tienen insomnio. Dos enamorados separados se sienten incompletos y la ausencia del otro hace que crezca el cariño. Pues sí, es un tipo de locura.
La parte del cerebro que se activa en los nuevos amantes es la misma que la de los consumidores de cocaína.
Al principio de la relación, los enamorados flotan en un mar de PEA (fenetilamina) y experimentan unas relaciones sexuales más placenteras y sensoriales que nunca, además de estar inundados de endorfinas, que aumentan el placer y reducen el dolor. Esta mezcla de euforia y de energía deja entonces de lado cosas esencial de la vida, como dormir y comer.
Enamorarse no implica ningún esfuerzo, pero permanecer en este estado sí. Un amor duradero implica trabajo, dedicación y voluntad para crear una relación sólida y duradera.
Hay que alimentar el autoconocimiento, aprender a comunicarse mejor, entender el idioma del amor de la pareja y practicar la generosidad, la paciencia y la empatía.
Con práctica y valor, se puede recuperar la ilusión y la magia. No se trata de volver a enamorarse, sino de volver a sentir nuestro corazón latir por el otro.